La familia Cardine


Eugène Cardine vino al mundo en el seno de una familia profundamente cristiana. Normando, por parte de padre, y de la región parisina por parte de madre. Marie-Louise Benoist, nacida en 1872, contrajo matrimonio, el 7 de junio de 1898, en San Martín de Plailly con Henri Cardine, farmacéutico en Courseulles-sur-Mer (Calvados).

Madame Cardine


Inteligencia despierta


Eugène, cuyo nombre, en la familia, remontaba a la época de la Emperatriz Eugénie, mostró ser de una inteligencia despierta, apasionado en el trabajo, pero heredando de su padre una salud frágil. Entró en 1915 en el instituto Santa María de Caen y en la primavera de 1918 sufrió una enfermedad pulmonar que por poco le costó la vida. El Seminario menor de Caen lo acogió en 1922. Un año más tarde moría su padre a consecuencia de una fiebre tifoidea.

Seminario de Bayeux


Tras la obtención del bachillerato, Eugène se orientó hacia el Seminario de Bayeux, donde su hermano mayor, Louis, lo había precedido y adonde lo seguiría su hermano menor, Albert. Se le asignó el cargo de maestro de coro. Su madre, que cantaba y tocaba el piano, había empezado a una edad muy temprana la educación musical de su hijo. Él mismo contará que un día, siendo monaguillo con 5 ó 6 años, se había puesto a cantar él solo el Gloria del Magnificat antes de que hubiese terminado la incensación, ganándose una reprimenda de su padre.

En junio de 1927 recibió la tonsura y un año más tarde las órdenes menores, poco antes de abandonar el seminario para unirse a la comunidad benedictina de la abadía de San Pedro de Solesmes. En efecto, en la primavera de 1928, el seminarista hizo saber su gran decisión: abandonaría la diócesis por la vida benedictina.

Había ido a Solesmes desde 1925, y se le había vuelto a ver por allí en 1927. Dom Lucien David, maestro de coro de San Wandrille, también había visitado el seminario de Bayeux. Ahora bien, en esa época existían ciertas discrepancias entre la abadía normanda y Solesmes en cuanto a la interpretación gregoriana. Por suerte, Eugène Cardine se encontró en su camino con un monje (Dom Gontard) que supo tranquilizarlo, relativizando el problema. El anuncio de su marcha casi ni sorprendió. Un amigo sacerdote en San Esteban de Caen le escribió:

Con frecuencia he presentido en usted el carácter propio de un monje benedictino. Le gusta la alabanza divina; usted es todavía de esos pocos, por desgracia, que creen en la utilidad de los contemplativos, en la necesidad de un culto ofrecido al Señor con especial cuidado...