Instituto Pontificio de Música Sacra


Y en enero de 1952 debía ir de nuevo a Roma, pero esta vez para quedarse. Se trataba de suceder a Dom Pierre Thomas, monje de Clervaux, que había enseñado hasta entonces paleografía gregoriana en el PIMS. Fundado en 1911 por el padre Angelo De Santi, S.J., con todo el apoyo de Pío X, la Scuola Superiore di Musica Sacra había sido erigida por Pío XI en Instituto Pontificio (Pontificio Istituto di Musica Sacra) en 1931.

Con la retórica de la época, y bajo intensas aclamaciones y aplausos, el padre De Santi hace referencia al trabajo de los monjes de Solesmes en la restauración del canto gregoriano, y más particularmente a Dom Pothier y Dom Mocquereau, presentes en el congreso.

Tras haber sido dirigido sucesivamente por el P. De Santi, por Dom Paolo Ferretti y por Dom Gregorio María Suñol, se hacía cargo de su dirección desde 1947 Monseñor Higinio Anglès, que le daba un nuevo impulso llevándolo a un nivel internacional. El edificio se levantaba en la Piazza S. Agostino. Los alumnos, unos treinta de media por año, se repartían hacia 1960 en sacerdotes seculares (42 %), religiosos y religiosas (33 %) y laicos (25 %), la proporción de éstos últimos con tendencia a aumentar.

Las clases de Dom Cardine


Un tanto aturdido en el momento de recibir la noticia, el Padre Cardine oyó a Dom Hourlier repetir: «¡Ánimo! ¡Es su salvación!». Unos meses le bastarían para convencerse de ello. Sus clases, que tenían lugar por la mañana, se repartían entre 3 cursos. Tuvo que ponerse a estudiar italiano, sin conseguir no obstante sentirse cómodo: los estudiantes aprovecharon para perfeccionar el francés. Preparar una clase le resultaba fastidioso, pero múltiples caminos se le presentaban para pasear a sus alumnos por el jardín de los neumas:

Al llegar a Roma — revelaba más tarde — no sabía muy bien cómo arreglármelas para dar clase. En mi segunda clase, mis alumnos me preguntaron sobre el ritmo. En el aula de al lado, alguien tocaba el piano, lo que me molestaba mucho. Mis estudiantes entonces se pusieron alrededor mío y examinaron mi Gradual neumado: aquel libro les fascinó. En ese momento encontré el método de impartir mi clase.

Alumnos de Dom Cardine


En la abadía de San Jerónimo, donde hacía su vida conventual, recibía con placer a sus estudiantes y a músicos por las tardes para dar explicaciones adicionales, perdiendo la noción del tiempo en cuanto se hablaba de canto gregoriano. Hubiera podido hablar sin cansarse durante horas.

Nino Albarosa : Comunque Padre, poi se mai facciamo, adesso non c'è più il tempo, ma... Oppure se vuole possiamo sentire... Guardi un attimo soltanto.
Dom Cardine : Fatti tutto che vuole a condizione di prendere il treno.
Nino Albarosa : Prendo il treno, sì.

En treinta años dirigirá cerca de 40 tesis doctorales, tesis de semiología de las que insistía en subrayar el gran aporte a un mejor conocimiento del patrimonio gregoriano. La mayoría de estos trabajos están redactados en italiano, en inglés o en alemán; la lengua francesa está poco representada.

¡Nunca se dirá lo suficiente la estima que se ganó el profesor y, aún más, todo el cariño de sus alumnos! Uno de ellos escribirá que para él habrá sido «más bien un padre que un maestro». El elogio será unánime en cuanto a las cualidades de su inteligencia «pues tenía a la vez una fina agudeza y una capacidad de síntesis y de amplitud de miras»; y también su disponibilidad, así como su extrema amabilidad. «A veces era un poco duro si se le contradecía, precisa alguien, pero se controlaba inmediatamente, y volvía a ser la persona afable de siempre.» Estas relaciones de amistad se manifestaban mediante la alegría de todos aquellos que llegaban a Solesmes y se presentaban como «alumnos de Dom Cardine». Él mismo sabía lo que debía a la colaboración de sus discípulos convertidos ya en maestros.

Concilio Vaticano II


Dom Cardine se encargaba además de impartir clases teóricas y prácticas en el Ateneo Pontifico de San Anselmo, en el Colegio Germánico y en la Asociación Santa Cecilia. Se recurrió a su competencia para los trabajos conciliares: miembro de la Comisión preparatoria del Concilio Vaticano II, participó en uno de los numerosos grupos encargados de la puesta a punto de la realización práctica del programa de reforma litúrgica, hubo de encargarse de la revisión y de la edición de los libros de canto — dicho de otro modo, de todo lo que tenía que ver con el gregoriano. Tuvo que decidir, por ejemplo, la selección de las melodías para el nuevo himnario. Su afán de autenticidad gregoriana lo volvía implacable con numerosas composiciones o adaptaciones modernas, incluso con aquellas de las que él era el autor, como las piezas del común de soberanos pontífices, que sin embargo habían sido vistas con buenos ojos por sus colegas. En 1968, Pablo VI lo nombró Consultor de la S. Congregación para el Culto Divino.

Lejos de su hogar


Todas estas actividades a las que se añadía preparar e impartir cursillos o congresos, no lo acaparaban hasta el punto de hacer que se olvidase de Solesmes, más bien al contrario. El 16 de marzo de 1952, escribe unas líneas a Dom Gajard que hacen pensar en las que el siglo pasado Dom Pitra enviaba a Dom Guéranger cuando el exilio iba haciéndose cada vez más pesado: «no se crea que me acostumbro. Sin mostrarlo, por supuesto, sólo aspiro al día en que pueda volver a ver nuestra mesa en el Taller de paleografía, retomar el trabajo de equipo para el que estoy hecho (?), el coro y la vida familiar...» (el punto de interrogación es de su mano, y él subraya también la palabra «coro»).

A pesar de la inevitable adaptación que le facilitó las cosas, como un recluta lejos de su hogar, no podía evitar contar los días que le separaban de la vuelta a Solesmes. En cuanto daba su última clase, sólo tenía una idea en mente: saltar al tren. Cuando se le veía reaparecer por San Pedro de Solesmes, se sabía que Navidad, Pascua o las vacaciones estivales se acercaban. La alegría de los reencuentros se expresaba en él de manera especialmente entusiasta cuando saludaba en el primer encuentro. A la mañana siguiente estaba ya en las Vigilias, mientras que la investigación paleográfica trascurría con intensidad durante el día.

En la época estival, la visita de sus hermanos, el canónigo Louis y el padre Albert, procedentes de su Calvados natal, era una costumbre. El trio esbelto, de gran talla, con su humor alborozado, se volvió legendario. Se les buscaba en el jardín de la hospedería, algunas carcajadas por las arboledas anunciaban que «los Cardine» efectivamente estaban allí. Después del recreo, Dom Cardine se reservaba un tiempo de oración silenciosa, que hacía a menudo en los caminos del jardín monástico, con un sombrero de paja. Desgranando su rosario, nunca se le pasaba terminar con una visita al cementerio y una oración sobre las tumbas de Dom Mocquereau y de Dom Moulinet.

Dirección de Dom Cardine


Una vez terminadas las «vacaciones», retomaba su maleta sin que se le hubiese oído quejarse, pues su temperamento al igual que su virtud lo cuidaban de cualquier tipo de melancolía. Al final de su vida, contaba cien idas y vueltas Roma-Solesmes. Allí, en San Jerónimo, lo esperaban como maestro de coro.

Según el testimonio de uno de sus cantores en este monasterio, la dirección de Dom Cardine se caracterizaba ante todo por su claridad, su facilidad para seguirla. Ritmo, intensidad, la afinación, todo se indicaba por el movimiento del libro. «Biblionimia» más que quironimia. Como lo muestra una deleitosa caricatura fruto del lápiz del Padre Cocagnac, o.p., con la mano derecha Dom Cardine cogía con frecuencia un diapasón: el maestro velaba por la armonía mutua de dos piezas consecutivas de modalidades diferentes. Flexible, de timbre agradable, la voz apoyaba el gesto. El ritmo se trasmitía a la cabeza, y se ha de reconocer que la amplitud de determinados movimientos del director y de su libro no dejaban de intrigar a todo aquel que lo observaba sin tener conocimientos en la materia.

Cursos, congresos y la AISCGre


Otros monasterios se beneficiaron directamente de sus consejos, como los de Dourgne, Lisieux, Pradines entre otros. Tuvo una participación activa en los cursillos gregorianos celebrado en la Abadía de Sénanque.

Debió responder a la invitación de un gran número de congresos, de cursillos a través de toda Europa, pero a diferencia de Dom Mocquereau y de Dom Gajard, nunca cruzó el Atlántico. Enumerar todas y cada una de sus manifestaciones de importancia diversa llevaría tiempo. Nos quedaremos con aquellas en las que se le ha visto tener una intervención que ha dejado huella: el congreso romano de 1950, que ya mencionamos cuando hablamos del Gradual crítico; el de París, en julio de 1957, en el que compartió sus descubrimientos sobre los «cortes neumáticos», de los que hablaremos después; el de Venecia en 1972, en el que trató de la noción de valor y recordó que el gregoriano ha nacido de la salmodia latina. Se podría citar, asimismo, el cursillo Ward que se celebró en Solesmes en 1976, o bien el II Congreso que le dedicó la Asociación Internacional para el Estudio del Canto Gregoriano (AISCGre). Cabe recordar que él mismo sentó las bases de la AISCGre, fundada en Roma el 27 de febrero de 1975 por sus fieles discípulos siguiendo la estela de las enseñanzas del maestro. Este segundo congreso, celebrado en Cremona del 22 al 25 de mayo de 1979, fue consagrado a la semiología, una suerte de homenaje de la escuela cardiniana a su maestro.

Audio 1: Solistas : Sor María Dolores Aguirre (España) y Sor Carità Mum (Corea), Iglesia de San Teodoro (Roma, 1979)
Audio 2: Coro de estudiantes del PIMS (grabado en el PIMS)
Piezas grabadas:
Introito - Rorate caeli
Introito - Tibi dixit
Alleluia - Dies sanctificatus
Introito - Viri Galilaei

Asimismo, habría que mencionar el III Congreso Internacional de la AISCGre, celebrado en Luxemburgo en 1984, en el Centro Juan XXIII, en el que Dom Cardine hizo un balance sobre el alcance de toda su obra. En 1982, fue nombrado vicepresidente de la prestigiosa Plainsong and medieval Music Society.